10.11.12

"LA ESENCIA DE LA VIDA"
Conferencia


Día 31 de mayo de 19 a 20:30 h.
Lugar:   CENTRO  “L’HORTET”
C/ Cádiz, nº 38. Valencia






   Las estrellas brillan en el firmamento para admiración de todos nosotros, pero solo unos pocos hacen que su brillo se refleje en el corazón.
   El mismo poder que alimenta el brillo de las estrellas, puede animar en nosotros la esencia de la vida que todos buscamos.





   “Realmente el Amor en si mismo es el extracto de toda Sapiencia, escrito está, que la Sabiduría en última síntesis se resume en Amor, y el Amor en Felicidad.” (Samael Aun Weor)



   Todos los seres humanos buscamos lo mismo. Buscamos la felicidad. Movidos por esta búsqueda definimos nuestras vidas dentro del marco que nos parece lo más adecuado, o más bien que las circunstancias nos permiten. Para una gran parte de personas, apenas hay margen de actuación. Los parámetros que gobiernan sus vidas escapan a la razón de su entendimiento. Simplemente los aceptan, a veces a regañadientes, sin lograr jamás comprender cual es el mecanismo que maravillosamente gobierna esto. Anhelamos rodearnos de cosas materiales, entornos de vida, amistades, compañeros de viaje, etc. que nos sean favorables. Sin darnos cuenta de algo esencial. Las estrellas anhelan resplandecer en el inalterable infinito y para ello solo tienen que hacer una cosa, brillar.
   Así como brillan las estrellas, nosotros, como pequeñas estrellas en un increíble microcosmos, podemos brillar también. Y cuanto más se brilla más luz se recibe. El mismo poder que alimenta la luz de las estrellas, alimenta nuestros corazones. Mientras no permitamos a ese poder luz penetrar desde dentro en nuestro corazón, jamás podremos hacer que nuestras mismas vidas brillen en un entorno de felicidad. Sabemos de sobra que la felicidad nunca la vamos a hallar en lo material. La felicidad solo se encuentra cuando nosotros la irradiamos, ya que eso es Ley. De aquello mismo de lo que se da, hemos de recibir.
   Todo es interno, lo exterior solo es reflejo de ese interior. Si cuidamos el interior, lo exterior reflejará por afinidad lo mismo. Si queremos por ende un entorno de felicidad, debemos lograr un interior rico y florido como un bello jardín que se cuida a diario. El amor es el agua con la que se riega dicho jardín.
   La desesperanza, la desconfianza, el desconsuelo, son malas hierbas que consumen las riquezas de la tierra de nuestro jardín, secando sus nutrientes y convirtiéndolo en un yermo paraje, que si se deja de regar termina por desertizarse. Y así, en la esterilidad de una tierra psicológica desértica viven sus vidas multitud de personas, quejándose a diario de lo mal que les trata la vida.
   ¿Cómo podemos cambiar esto? Alimentando nuestro corazón y nuestras almas con el mismo poder que alimenta el brillo de las estrellas. Ese poder mora en todo lo que existe. Ese poder es la raíz misma de la Creación. Es la potencia de la Energía Creadora en movimiento y a la cual no se puede detener. Retenerla es como represar un gran río, cuyas compuertas o se liberan o revientan. Liberándolo hacia el exterior solo sigue su curso mecánico dictado por la Naturaleza, pero si se le obliga a retornar a su origen, cambiando su naturaleza, reactiva la creación interior, del mismo modo que se generó la Creación Universal.