26.10.16

"EL HILO DE ORO DEL GNOSTICISMO"




   Gilles Quispel (Róterdam, 30 de mayo de 1916 - El Gouna, Egipto, 2 de marzo de 2006) fue un teólogo holandés e historiador del cristianismo y el gnosticismo. Llegó a ser profesor emérito de historia del cristianismo primitivo en la Universidad de Utrecht.

   Tras sus estudios en Leiden y Groningen, su doctorado de 1943 en Utrecht versó sobre las fuentes de Tertuliano. Trabajó en el Evangelio de Tomás y se asoció estrechamente con la edición de la Biblioteca de Nag Hammadi. Se hizo muy famoso después de una de sus declaraciones en relación con el gnosticismo y el cristianismo primitivo: "El gnosticismo está a punto de convertirse en la religión mundial del siglo XXI", habida cuenta de que la mayoría de los estudiosos e investigadores jóvenes manifiestan un gran interés por este sistema religioso-filosófico, centrado en el conocimiento esotérico como medio de salvación, durante un seminario de verano de la Universidad de Ámsterdam, en 2000.








Artículo del periódico El País -12 de Febrero de 2012-


   El Gnosticismo y la Gnosis siempre han transcurrido paralelamente al cristianismo. Al desaparecer Cristo, los seguidores de Pedro fundaron la Iglesia romana que nos ha llevado a las iglesias cristianas actuales. Los seguidores de Juan siguieron otra corriente más interna, también llamada la iglesia invisible o el Gnosticismo.

   Gnosis es una palabra griega que etimológicamente significa “conocimiento”. El Cristo vino para redimir el alma humana enterrada en la materia. Este fue quien comunicó a las almas el Conocimiento (o esa "Gnosis”, síntesis final de toda la metafísica gnóstica) de su verdadero origen, y les enseñó y mostró la manera y el camino de liberarse de la cárcel de la materia, para volver a la Luz, a la Casa del Padre, a su origen puramente espiritual.

   Los gnósticos explican el problema del Mal basándose en el dualismo persa y en la teoría de los Eones, emparentada con ideas básicamente platónicas. Solo el Bien es Realidad, en tanto que el Mal es solo la negación de la realidad: no-realidad, espejismo, apariencia, ilusión.

   Los gnósticos o los primitivos cristianos sostenían que ellos poseían el Conocimiento de primera mano, que fluía de su interior cuando estaban conectados a la fuente de la que todo mana. Es por ello que los gnósticos se referían a sí mismos, en su concepción esotérica e iniciática del "religare” (o religión) con lo divino, como la "humanidad espiritual”, en contraposición a la "humanidad carnal”, para ellos demasiado ignorante para entender debidamente la Sabiduría Divina.

   Para los gnósticos, la muerte en la vida del iniciado es el perecimiento del ego personal, para dar nacimiento al Alma Inmortal. Esta muerte del egocentrismo fue llamada en el Catarismo “Endura” y en la Rosacruz se le llama las “Bodas Alquímicas”.

   Para ellos cada persona posee un principio espiritual situado en el corazón al que llamaban “perla” o chispa de la luz divina, que contiene el germen o semilla de todo su desarrollo espiritual. Para la iglesia de los primeros siglos de nuestra era estas creencias fueron interpretadas como una ofensa. Por lo que empezaron a perseguir a estos individuos que profesaban esa fe a un "Dios extraño”.

   El hilo de oro que une a los seguidores de esta filosofía a veces se vuelve invisible en el tiempo. Durante siglos parece que estén inactivos, pero más tarde resurgen con renovados argumentos y fuerza. Los Maniqueos, los Bogomilos, los Cátaros y muchos más fueron claros manifestantes de estos ideales.

   La música de los gnósticos se oye en todo tipo de lugares inesperados. Algunos compases en la poesía romántica, en Rimbaud, y en la música de Debussy. Ese cordón de oro que aparecía en las filosofías ocultas del Renacimiento, en los grabados y pinturas de William Blake, y en muchas voces y sonidos que han resonado a lo largo de los siglos…


Los Evangelios gnósticos de Nag Hammadi

   En el año de 1945 un campesino árabe, cerca de la población de Nag Hammadi, en Egipto, descubrió enterrados en una gran jarra una serie de manuscritos viejos. Estos textos resultaron ser libros de origen gnóstico que se consideraban perdidos en los primeros siglos de la Era Cristiana.

   Entre los 52 textos descubiertos en Nag Hammadi se encontraban, entre otros, el Evangelio de Tomás, el Evangelio de Felipe, el Apocrifón (literalmente «libro secreto») de Juan, el Evangelio de la Verdad, y el Evangelio de los Egipcios (identificado como el «Libro sagrado del Gran Espíritu Invisible»). También se encontraron entre ellos algunos atribuidos a seguidores directos de Jesús, tales como el libro secreto de Jaime, el Apocalipsis de Pablo, la Carta de Pedro a Felipe y el Apocalipsis de Pedro.

   El descubrimiento de estos textos inició una investigación completamente nueva, iluminando las raíces y los orígenes del Cristianismo, que difieren de la versión que el poder vigente quiso hacernos llegar. Estos estudios encuentran fuertes similitudes entre los gnósticos y los Esenios.

   De ese periodo destacan hombres auténticamente sabios como Valentín, Basílides, Marción y Simón el Mago, entre otros.

   En el apócrifo de Juan leemos de boca de Jesús: “Soy el recuerdo del Pleroma. Se ha producido una especie de amnesia cósmica. La gente no sabe de dónde procede”.


Los seguidores de Einstein y la Gnosis de Princeton.

   El Gnosticismo también se viste con el lenguaje científico. Es el caso de los seguidores de Einstein y la Gnosis de Princeton.

   Einstein integró de forma brillante un nuevo paradigma que incluía la ciencia y la espiritualidad. Un paradigma que contemplaba un orden implícito en todo (definido más tarde por David Bohm). La Teoría de la Relatividad y la Física Cuántica rompieron muchos clichés y empezaron a aparecer seguidores del campo de la física, la química, astronomía, matemáticas, biología que se preocupaban en retomar la búsqueda de Dios con rigor científico, siguiendo los pasos de Newton y Einstein. Se autodenominaron "los Gnósticos de Princeton”, movimiento que desde los años sesenta se establece en las universidades de los Estados Unidos de Princeton y Pasadena.

   Raymond Ruyer, autor del libro “La Gnosis de Princeton” nos describe a esta oleada como una nueva clase de científicos que aúnan ciencia y espiritualidad de una forma natural.

   La nueva Gnosis aporta una visión del mundo que debe ser iluminante, una iniciación al misterio y al sentido revelado de la existencia. La Gnosis de Princeton pretende realizar una lectura eminentemente científica del universo, es decir, es un trabajo de filosofía científica pero con un claro trasfondo espiritual. Con una terminología "científica” se adaptan conocimientos esotéricos o  de antiguas tradiciones espirituales y se integran en el paradigma científico. Se demuestran cosas que durante muchos años sólo se habían supuesto.

   Como por ejemplo "sobre como el observador influye sobre lo observado". Para estos científicos, el observador, y concretamente, los pensamientos y las emociones de este observador, influyen sobre el mundo y la realidad que vive.

   Este paradigma postula también que la naturaleza o esencia última de la realidad es un flujo infinito de energía que se despliega para formar el espacio, el tiempo y la materia. Todo se compenetra e influye mutuamente hasta tal punto que el "Todo” se reproduce en cada una de las partes, es decir, que todo está en todo. Los elementos básicos del Gnosticismo: la dualidad, el Dios interior, el desarrollo del vestido de luz, son redefinidos e integrados con base científica.

   Esta "nueva ciencia con conciencia” es definida como la "conciencia de la unidad e integridad universal, o la ciencia holística”, donde todo es percibido como formando una unidad e integridad con lo anímico espiritual y donde todo se interrelaciona. Ésta es la "Conciencia Integral” es decir, la que "integra” los estados de conciencia anteriores (físico, emocional y mental) en un "estado supra-racional o espiritual” donde se percibe la integridad del Cosmos por encima del espacio y el tiempo.